sábado, 6 de septiembre de 2014

No es un adiós



La vida es un camino de vuelta. De Dios venimos y a Él volvemos.  Nuestra vida no es más que un peregrinar más o menos extenso por este mundo intentando dejar huella fecunda a nuestro paso hasta que volvamos a nuestro origen.  Por eso, Dios manda ángeles a la Tierra, dándoles forma humana para que nos ayuden a no perdernos durante nuestro viaje. 

Nosotros tuvimos la suerte de conocer a uno de ellos y de compartir con él una etapa en la que el exceso de señales podría habernos confundido y habernos hecho tomar un rumbo equivocado.

Durante el tiempo que nos acompañó nos enseñó a reconocer las señales correctas: el sentido de la amistad, el significado de pertenecer a una gran familia que, con pies de barro, tiene sus ojos puestos en la luz de Cristo y con ello, el compromiso de pasar el testigo; de muchos de nosotros fue, además, testigo de nuestro compromiso de vida.  Luego, nuestras rutas se separaron aunque siempre mantuvimos la esperanza de volvernos a encontrar en diferentes etapas del camino. Y así ocurrió.

Sin embargo, hoy es un día agridulce pues cuando un ángel realiza su cometido con éxito, Dios lo llama de nuevo a su presencia; y los que seguimos caminando sentimos cierto vacío en nuestro corazón, aún a sabiendas que ahora hay un ángel más en el Cielo que seguirá velando por nosotros, de hecho, si prestamos atención podemos sentir el roce de sus alas; pese a ello, el sentimiento de nostalgia es inevitable.

Pero la nostalgia se vuelve gozo y la lágrima, sonrisa al recordar los bellos momentos compartidos: la excursiones al arroyo Toquero, los campamentos en Tolox, las fiestas en la guardería, las partidas de ping pong tras el altar de la iglesia o las tardes de verano en el patio, las verbenas de San Juan con sus sainetes de los Álvarez Quintero,  los champiñones al ajillo en Casa Galindo,…

Por todos estos recuerdos y por muchos más, esto no es un adiós, simplemente es un hasta luego, pues la esperanza de volver a encontrarnos, más tarde o más temprano mantiene la ilusión de seguir sembrando en nuestro camino con el anhelo de ser huella para los que sigan nuestros pasos. Descanse en paz, D. José Carretero Ruiz, aunque para nosotros es y será siempre, Pepe el cura.