sábado, 1 de junio de 2013

Mi mejor receta 1ª parte



Si cierro los ojos, puedo ver con gran nitidez una cabecita manchada con restos de líquido amniótico y sangre y un gesto fruncido de enfado que aun hoy, en algunas ocasiones, sale a relucir. Si los vuelvo a abrir, me doy cuenta de lo rápido que pasa la vida, muy a nuestro pesar y que aquel bebé tan deseado está dando hoy paso a un proyecto de hombre del que me siento muy orgullosa.

Para cualquier madre o padre, los logros de sus hijos son más que los suyos propios, tal vez porque éstos llevan en si algo de nuestra parte. Nunca he sido una madre pretenciosa y presumida que se jacta de los éxitos de sus vástagos y siempre he sido consciente de sus limitaciones y defectos pero a la hora de defenderlos soy la más fiera de todas y hoy quiero permitirme el gusto de gritar a los cuatro vientos lo feliz que me siento.

El cordón umbilical imaginario que todas las madres mantenemos durante la infancia de nuestros hijos, ése que reconocemos con la boca chica, empieza a cortarse y, aunque es inevitable y necesario, no dejo de sentir dentro esa punzadita dolorosa.

Hoy se cierra un capítulo de la vida de mi niño, y empieza otro nuevo, más emocionante y complicado, y me gustaría seguir siendo formando parte de esa historia, para seguir ayudándole en su caminar, ¡felicidades, mi cielo!, espero y pido a Dios que la vida te sea plena, que tus esfuerzos tengan su recompensa y que nunca te pierdas por el camino.