sábado, 8 de diciembre de 2012

Magníficat

Dichosa que confiaste en Dios y le dijiste. “Hágase en mí”.

Ayúdanos a escuchar la Palabra, a guardarla, como tú,

y a ponernos en las manos de Dios.

Que nuestra fe sea plena, sin reserva;

que nuestra fe sea libre, no solamente heredada;

que nuestra fe sea fuerte, que no tema las contradicciones;

que nuestra fe sea alegre y dé gozo y paz al espíritu;

que nuestra fe sea activa, ungida en caridad;

que nuestra fe sea contagiosa y dé por sí misma testimonio.

jueves, 22 de noviembre de 2012

¿Quién dijo "manzana"?


Quedan pocos días para que se arme el belén en nuestras casas, y no miento en lo que digo: probablemente para el próximo 9 de diciembre, casi la totalidad de nacimientos que se montan en nuestra geografía estarán ya instalados y brillando en nuestros negocios y hogares.

Todavía habrá algún cargante que seguirá con la absurda polémica de si se colocan la mula y el buey o no se colocan. Por mi parte, yo los voy a poner; primero, porque años me costó reponer la mula, que se nos perdió y no dábamos con una del mismo tamaño y así, durante muchas navidades hicimos el apaño con una de plastilina que parecía cualquier cosa menos una mula; y segundo, que mis figuritas tienen tantos años como yo, que hasta los colores tienen desgastados (¡anda, cómo yo!) y les tengo mucho apego.

Todo esto viene a colación de los comentarios que ha suscitado la publicación del nuevo libro de Benedicto XVI, “La infancia de Jesús”. Todos los medios de comunicación se hicieron ayer eco de la noticia, por televisión, por internet, ..., y de lo que más se habló fue del asunto de la mula y el buey. ¿Qué trabajito cuesta cogerse el libro, leérselo, meditarlo y después, sacar conclusiones? Seguro que habrá en su contenido cosas más importante y esenciales que merezcan la pena conocer.

Qué mundo más falso le estamos dejando a nuestros hijos, lleno de mucha palabrería barata, de cosas fugaces, de quedarse en la superficie, de no rascar para ver el interior. Nos estamos volviendo vendedores y compradores de humo, que se desvanece en un segundo y volvemos a vender o comprar otra bocanada. Todo lo profundo nos aterra, seguramente porque nos hace dar cuenta de lo poco que somos en realidad, partículas diminutas en un universo infinito.

Todavía nos quedarán programas matutinos dándole vueltas al tema, con contertulianos que saben de mucho y no entienden de nada y que, además, "poseen" la verdad absoluta. A ellos les digo varias cositas: en ningún lugar de las Escrituras aparece la palabra “manzana” (a saber que animadversión le tenía el que fuera a dicha fruta), que las serpientes no hablan y que Adán y Eva no existen; que yo voy a poner mi mula, mi buey, mis gallinas gigantes y mi castañera, que los que tienen caganet también lo van a poner y que los comerciantes de artículos de navidad están muy tranquilitos.

Lo más importante, lo esencial es lo esencial y nada de lo que se diga puede cambiarlo, Cristo vino al mundo para salvarnos

Y para terminar,  añado el libro a mi Carta a los Reyes Magos y  prometo seguir siendo buena para que me traigan algo de lo que les he pedido.

lunes, 15 de octubre de 2012

Las musas dormidas

Cuando estudiaba en el instituto, en los cambios de clase solíamos jugar a un juego muy de chicos para ser un centro exclusivamente femenino. La dinámica era bastante simple pero a nosotras nos parecía algo realmente divertido: en los pasillos que daban a las clases había colocados unos bancos y nos sentábamos en fila hasta ocupar todo el asiento. La gracia consistía en sacar del banco a la que estuviera sentada en el extremo a fuerza de empujar. Reconozco que era un juego algo bruto pero las carcajadas estaban garantizadas viendo como los esfuerzos de la compañera de turno de apalancarse al banco resultaban inútiles ante la fuerza ejercida por el resto. El juego terminaba cuando veíamos aparecer al profesor al fondo del pasillo y corríamos al interior del aula.

En estos tiempos que corren me vuelvo a sentir así: al filo, agarrándome con brazos y piernas para no caer. Ya no resulta tan divertido, entonces lo más grave era un buen palmetazo contra el suelo, ahora la cosa es más complicada.

Tiempos difíciles, a pesar de que observe situaciones que me parecen incongruentes, tanto en políticos como en gente de a pie, que se quejan de boca pero que se contradicen con sus actos.

Nos hablan de austeridad y no la hay, es más no se ve, ni esa falsa austeridad ni la verdadera de muchas casas en las que realmente se está pasando necesidad en cuestiones elementales y básicas.

Nos hablan de solidaridad, y es verdad que la hay, pero hace falta todavía más y pienso que una manera de ser solidario es ser austero, ¿por qué no? Tantas cosas que consideramos imprescindibles luego no lo son tanto, ¿por qué no pararnos un momento a reflexionar sobre lo que nos es útil o no? Llegaríamos a sorprendernos de las pocas cosas que necesitamos para ser felices.

Este pequeño espacio personal nació de la necesidad de compartir muchos sentimientos, especialmente, felices y mi inspiración para crear nace de esos buenos momentos. Ser positivo, a pesar de todo, extender una mano de manera virtual para, por lo menos, arrancar una sonrisa a quien tenga la deferencia de leerme, ésa es y sigue siendo mi única intención, pero no corren buenos tiempos y las musas se encuentran aletargadas. Aún así, hoy sentí la necesidad de escribir estas palabras, para volver a extender mi mano, a los demás o por qué no, a mí misma.

martes, 14 de agosto de 2012

Tres cuartas partes

Me llama mucho la atención, viendo la televisión, cuando le preguntan a una modelo o famosa qué es lo que buscan en un hombre. Todas, sin excepción, lo primero que contestan es que las haga reír. La respuesta me causa cierta perplejidad porque pienso que se conforman con muy poco; quizás es que yo soy algo exigente pero, sinceramente, para reír, me compro un payaso del circo. Yo necesito algo más que unas risas.

En realidad y sin ánimo de parecer pretenciosa, tengo ya mucho más que eso: tres cuartas partes de mi vida, o casi, las llevo compartiendo con la misma persona. En todo este tiempo juntos no sólo me ha hecho reír a pura carcajada, sino también llorar. Me ha hecho reírme de él, del mundo y de mí misma; me ha hecho llorar por él, por los demás y por mí también. Me ha dado alas, y muchas, para conseguir logros que por mí misma no hubiera sido capaz de alcanzar. Me ha dado la sensatez que, a veces, por mi carácter impetuoso, se me olvida en el rincón más recóndito de mi consciencia. Siempre está ahí, aunque refunfuñe; siempre consigue sorprenderme, a pesar de los años y nunca me defrauda.

Hoy es un día muy especial, en el que se cumplen años de un proyecto que iniciamos en común: un proyecto de familia que ha dado su fruto y que es nuestro don más preciado. Unos dirían que esto es cuestión de suerte, otros que es el destino. Nosotros creemos que es Algo más, infinitamente superior a nosotros que hizo que en un momento de nuestras vidas se cruzara alguien excepcional que convirtió nuestros destinos en uno en común, la gente le llama “Pepe, el cura”, pero nosotros sabemos que, en realidad, es un ángel con sus alas escondidas porque le da vergüenza enseñarlas. Los caminos del Señor son infinitos, y apenas ahora, empiezo a darme cuenta de ello.

Ahora que acaban de terminar las Olimpiadas, nosotros continuamos entrenando duro, porque vamos a por la plata. Tenemos el mejor Entrenador del universo, el esfuerzo va a ser grande pero es que todo lo bueno merece un empeño.

Espero, en los años venideros, seguir riendo, llorando, emocionándome, sorprendiéndome, agradeciendo,… en definitiva, viviendo. Y, por supuesto, compartiendo este camino con la misma persona, ésa que Dios puso a mi lado para hacer mi vida mucho más plena.

sábado, 4 de agosto de 2012

De profesión: mis labores

Hoy no es 8 de marzo, no es el Día de la Mujer Trabajadora. De hecho, ¿quién es la mujer trabajadora? ¿La que trabaja fuera de casa? ¿O dentro? ¿O en los dos lados? Prefiero celebrar la festividad de San Juan de Dios, que coincide en el día y que conmemora a un hombre que trabajó, no sólo de día, sino también de noche, entregando su vida a los más desfavorecidos. Alguien digno de admirar e imitar.

Volviendo al tema, soy ama de casa y a mucha honra. Hace dieciséis años que no trabajo fuera de casa, pero dentro curro una “jartá”, como decimos por aquí. Mi horario de trabajo es de 24 horas, porque el día no tiene más. Todas esas horas me las administro como quiero, o sea, que soy una profesional independiente, pero al final de cada uno de esos días, cumplo con mi tarea y si algún día queda algo pendiente, así se queda, para añadir a las tareas del siguiente.

En su día trabajé fuera de casa, compaginándolo con mis tareas caseras pero llegó el momento de ser mamá y hubo que tomar una decisión. Eran los tiempos en los que la conciliación laboral-familiar era todavía un germen y no había colores para elegir, sólo blanco o negro, así que decidí quedarme en casa.

No me arrepiento de todos estos años vividos de un estilo, llamémosle, “tradicional”. Mi recompensa ha sido mucha, he tenido la tranquilidad de tener que levantar a mis hijos sólo para ir al colegio, así como la de estar a su lado cuando han estado enfermos, sin tener que cargarle la responsabilidad a nadie, aunque sé que se ofrecían con todo el cariño del mundo, pero soy de la opinión de que los abuelos tienen todo el derecho del mundo de ser abuelos, no padres de nuevo, y de consentir a los nietos a pesar de nuestras quejas, para un ratito la cosa está bien; ellos ya tuvieron sus años de lucha y ahora les toca relajarse.

He sido, y creo que sigo siendo, buena administradora de mi tiempo, con lo cual, en estos años, he podido otorgar a mis hijos horas de solaz, de juegos, de estar en familia, sin carreras, sin agobios. He podido ayudarles en sus tareas escolares sin prisas ni tareas acumuladas; mi relación con su centro educativo ha llegado mucho más lejos que unas cuantas tutorías, colaborando en actividades escolares y convirtiendo en amistad el vínculo profesor-padre.

No he estado apartada del mundanal ruido; he tenido tiempo de formarme, de dedicar una parte de mi tiempo a no quedarme anclada en el pasado, a ir con las nuevas tecnologías. Creo que soy una mujer de mi época, sino inteligente, al menos lo bastante espabilada como para no quedarme desfasada. Hasta hace poco he sido autodidacta y he de admitir, sin ánimo de ser pretenciosa, que he dejado boquiabierto a más de uno. No hay nada peor que los prejuicios y colgar etiquetas a priori; para muchos, ama de casa y nuevas tecnologías que no sean las ubicadas en el ámbito de la cocina son conceptos que no casan.

Lo peor del caso es que, a veces, somos las propias mujeres las que colgamos estas etiquetas. Parece que nuestro género no peca de corporativismo, y es una pena.

Ahora, en estos malos tiempos que nos están tocando vivir, en los que el futuro no pinta nada halagüeño, me toca de nuevo recargar pilas. Volver a incorporarse al mundo laboral es todo un desafío. Mantengo la ilusión y el optimismo que me caracterizan, más cuando descubro todo lo que aprendo. Mi jornada se ha vuelto mucho más intensa, casi un 200% más y aún así, me siento capaz de llevarlo hacia delante. Y es que, aunque suene a tópico, es verdad, las mujeres, además de saber qué color es el fucsia, sabemos hacer dos, tres y cuatro cosas a la vez. Cómo veis, me gusta reírme, sobre todo de mi misma.

Por eso hoy, aunque no sea 8 de marzo, quiero romper una lanza por todas las mujeres: las que trabajan dentro, las que trabajan fuera, las que trabajan en los dos lados, las que tienen la suerte de no trabajar en ninguno. Chicas, ¡somos geniales!

miércoles, 18 de julio de 2012

¡Pero que mona va esta chica siempre!

Y seguimos hablando de moda. Viendo la que está cayendo, merece la pena hacer un pequeño kit kat y vanalizar un poco, a modo de risoterapia, porque sino vamos a terminar tirándonos por las ventanas como en el Nueva York de 1929.



Comentaba en mi post anterior lo mal que vestimos actualmente; ese estilo "Yei Lo" pero en versión "cani" como dice la gente joven, que se extiende más rápido que una mancha de rotulador, que lo mismo vestimos para ir a la playa que para una entrevista de trabajo. Otro punto de estilazo: enseñar a todo el mundo nuestra ropa interior, vamos, que ya mismo iremos como Superman, con los calzoncillos por encima de los pantalones.



Señores, ¡un poquito de por favor! Como todo en esta vida, hay que tener un poquito de estilo. Nosotros marcamos la diferencia, esa que nos hace ser únicos y personales aunque sea en el más mínimo detalle.



No creo que sea muy difícil lograrlo, sólo hay que fijarse un poquito. Sí es cierto que tener estilo es un don, se nace con él o sin él. Y lo digo yo, que no tuve la suerte de lo primero. Pero sí me fijo en los demás y me cuestiono el poco o mucho arte a la hora de vestir.



Es cierto que el tipo y el bolsillo ayudan, aunque he de reconocer que a mí nunca me han acompañado: gordis nací y gordis moriré, aunque esto realmente no es una cuestión que me quite el sueño. Lo que es impepinable es que hay gente que están divinas de la muerte con una simple batita de andar por casa y otra, que llevando ropa de marca, parecen haberla cogido del contenedor.



En cuanto al bolsillo, pertenezco a la clase trabajadora, o sea, que ¡como no me toque la lotería!...y eso que nunca juego. Mi amiga Maite me dijo una vez que le encantaría poder ir a comprar ropa sin tener que mirar las etiquetas. ¡Ay, amiga! Tú y yo sabemos que eso solo le ocurrió a Julia Roberts y que nosotras nunca conoceremos a Richard Gere. A nosotras nos toca mirar y remirar, buscar y rebuscar, y llegada la oportunidad... pensar si no es mejor comprarle algo a los niños.



Así nos vemos, que tenemos un fondo de armario pero que muy hondo. Tanto que a veces me sorprendo de los años que tiene una prenda viendo algún video familiar o foto. Por ejemplo, tengo un traje al que llamo el "uniforme de los eventos", tiene sus añitos, pero ya ha solucionado cinco comuniones, un bautizo y una confirmación, ¡y lo que le queda! ¿Es o no es apañado mi traje? Seguramente una de las mejores inversiones de mi vida.



La verdad, sigo durmiendo a pata suelta. ¿Habrá cosas por las que preocuparse? Confieso que me da coraje cuando voy de compras y no encuentro nada con las tres "bes": bueno, bonito y barato, pero me voy defendiendo. La gente no se vuelve admirada a mi paso, pero tampoco espantada, y eso a mí me vale.


Lo que es una verdad como un templo es que aunque ahora que lo que se estila es ser un friki, hay un término de los ochenta que no ha pasado de moda, y no es otro que ser un HORTERA, que los hay a mogollón y que yo casi me libro de serlo por los pelos.


Y para terminar, un piropo para aquellos/as que se sientan, o no, aludidos: ¡Pero que mona/o va esta chica/o siempre!

jueves, 7 de junio de 2012

Espejito, espejito

Hace unos días fui con mis hijos a comprarles ropa, porque literalmente “se habían quedado en cueros”. Es increíble lo que puede llegar a crecer un adolescente en unos pocos meses. Yo los observaba caminar delante de mí y no podía dejar de asombrarme de lo rápido que pasa el tiempo; hace nada iban de mi mano y ahora tengo que levantar la cara para darles un beso.

El caso es que llegado el día D y la hora H, nos armamos de valor (mi marido y yo) y salimos en busca de la prenda perdida, porque realmente es una odisea salir a comprar ropa con un par de adolescentes.

Fuimos a un centro comercial de la ciudad, a una tienda que abrieron hace unos meses y que, como dice la gente joven, lo está petando. El por qué nadie lo sabe, ¿o sí? Ropa resultona, variada… y muy barata. Siempre está abarrotada de gente. Con estos tiempos tan malísimos que nos ha tocado vivir, ajustar el bolsillo es una auténtica proeza y donde antes gastábamos diez ahora gastamos tres y a Dios gracias, más o menos, porque con aquello de la excusa que las camisetas están a tres euros (que lo he visto yo con mis ojitos), si teníamos un presupuesto para una camiseta de nueve euros, no nos compramos una, que es lo que íbamos buscando, sino tres de tres.

Por más que le doy vueltas, no le encuentro explicación a su planteamiento de marketing; sólo al entrar da la sensación de que la tienda no tiene almacén, tiene todas las existencias expuestas en los percheros y estantes, es algo así como el Rastro de los jueves en el Polideportivo (los que sean de Málaga, concretamente de Ciudad Jardín, sabrán a lo que me refiero) pero dentro de un local comercial. Así que la tienda no sólo está abarrotada de gente, sino de ropa. La cosa empieza a enredarse cuando, entre tanta prenda y tanta mano metiendo y sacando, aquello comienza a desmadrarse por momentos; encontrar una talla en concreto es todo un desafío. Un detalle curiosísimo: en la puerta hay unas cestas para que el cliente vaya metiendo todo aquello que se le va antojando, cosa que reconozco que es todo un acierto mercantil ya que ¿quién se resiste a probarse algo por si acaso? Y luego, a la hora de elegir, ¿qué dejas si todo está taaaan barato? En fin, que poco a poco se te va poniendo cara de pez mirando al anzuelo con un suculento cebo.

Llega el mejor momento: la hora de probarse lo que has elegido. Comienza el show. Para empezar, los probadores están en la planta de arriba, así que si estás escogiendo ropa masculina (que fue nuestro caso), tienes que subir y ponerte en cola, sí, porque hay unas colas impresionantes, que van zigzagueando para que no parezcan tan largas. Al final, las chicas encargadas de probadores, que no te dejan pasar todos los artículos, sólo los que te vas a probar, el resto, te lo dejan apartados en unos percheros que tienen al ladito. Cuando por fin llegas a la meta tan ansiada, es decir, que vas a entrar a probarte, te quedas perplejo porque no sabes si vas a entrar a unos probadores o al hall de un multicines, con un pasillo ancho y oscuro al que sólo le falta la moqueta para amortiguar tus pasos y los carteles de las películas. Esta vez tuve suerte, pude entrar con mi hijo más pequeño, para ver qué tal le quedaba la ropa, pero mi hijo mayor entró solo, y yo cavilo: “¿y si luego en casa, ese pantalón que el niño dijo que le estaba bien no lo está tanto, ¿qué hago?, ¿vuelvo a descambiarlo o me lo como con patatas?” Otra técnica de ventas la mar de inteligente. Para terminar, cuando ya has decidido que te vas a llevar y que no, sales y la chica de la entrada te pide lo que no te quedas (que realmente, a mí no me importa volverlo a poner en su perchero) y lo va apilando en unos montones de ropa que, seguramente más tarde, otra compañera se dedicará a recolocar. Esto para mi gusto, da muy mala imagen; ver esas montañas de ropa echadas así de aquella manera como que no da sensación de pulcritud.

Si estás conforme con lo que llevas, hemos acabado, pero como necesites una talla más o menos de lo que escogiste, estamos perdidos, es como el Día de la Marmota, vuelta a empezar: baja, busca, coge y sube de nuevo a ponerte en cola. Y eso fue lo que nos pasó.

Sí, hubo que volver a subir, pero esta vez yo pasé de entrar de nuevo, y mientras esperaba que les tocara el turno a mis hijos me puse a observar, primero los bolsos que, sinceramente, me pirran, y después, a la gente.

¿Quién no se ha fotografiado alguna vez en esos decorados de madera en el que sólo se asoma la cara y se nos ve vestidos con trajes típicos o con cuerpo de animal? Esa fue la sensación. Todo el mundo igual, mujeres y hombres, chicos y chicas, distintas caras y el mismo modelito. Y se me vino a la cabeza el término “globalización”, que sinceramente no sé muy bien qué significa, pero que suena mucho en estos tiempos. A mí se me antoja que el término sirve, entre otras cosas, para expresar que nos tienen a todos metidos en el mismo saco, y subliminalmente nos van inculcando qué tenemos que pensar, qué tenemos que comer, qué tenemos que vestir y mil cosas más, de forma que somos como los autómatas que dan la bienvenida a Shrek cuando llega al reino de Duloc, que al final, acaban rompiéndose de tanto forzar la máquina.

Espero que éste no sea, al menos, mi caso y el de mi gente. Que tengamos la suficiente personalidad para decidir por nosotros mismos y que cuando no queramos una cosa sepamos decir no y mantenernos firmes en la decisión, aunque nademos contra corriente.

Volviendo al tema de la ropa, hay que ver qué mal vestimos. Hay gente que no se sabe por dónde cogerla, con un “estilazo”, por ser cortés, diferente. Aunque esto bien se merece otro post, así que sólo me queda entonar el “mea culpa”, porque sí, yo también peco, no muy a menudo, pero peco. Yo también estuve allí y no sólo una vez. Para poder reírse de los demás hay que empezar a reírse de uno mismo. Y yo “me parto conmigo misma”

lunes, 16 de abril de 2012

Sueña volver a volar

¡Cristo ha resucitado! En verdad, ha resucitado, ¡feliz Pascua!


Aunque a veces parezca perdida, la esperanza está ahí, en el futuro.

lunes, 27 de febrero de 2012

Brotes naranjas...




… que no verdes, como algún insensato intentó hacernos ver. Así son los primeros brotes de mi buganvilla. Ésa que compré hace ya unos dos años y que planté en mi terraza, tras tres intentos fallidos de que el aroma de un jazmín impregnara mis noches estivales. Cuando la traje a casa, lucía muchas hojas de este alegre color, pero se le fueron cayendo y se quedó sin ninguna.

Comencé el año con un deseo esperanzador de que lo peor ya había pasado, y que a partir de entonces todo iba a ir a mejor. Pero los informativos tiran por el suelo todo anhelo positivo. La cosa no pinta bien y a una no le queda más remedio que cruzar todos los dedos cruzables y rezar “Virgencita, que me quede como estoy”.

Y mira que el número me gustaba: 2012. Par y redondo, de los que llenan la boca al pronunciarlo; no suena igual que 2011, feo y soso, ó 2013, por aquello de los supersticiosos. Un número par gusta más que uno impar, aunque el 7 y el 13, por ejemplo, sean de mi agrado, uno por su simbología y el otro porque no soy nada supersticiosa.

El caso es que la gran mayoría tenemos puesta nuestra esperanza en que la situación laboral de nuestro país mejore. Hay quien lo está pasando muy, pero que muy mal, y no sale precisamente en los medios de comunicación. Cómo suele pasar, la realidad suele transcurrir anónima a los ojos de los demás y lo que se nos muestra, generalmente, se ve a través de un prisma bien ideológico, bien sentimental, bien la intención de quien nos lo muestra.

En otoño ejercimos un derecho que, gracias a Dios, conseguimos hace ya 33 años (¡vaya por Dios, la edad de Cristo!). A ver si sirve para algo. Yo tengo mi esperanza en que sí. Aunque a veces me surgen varias dudas y cuestiones que, sinceramente, me gustaría que me contestara algún político actualmente en el poder. ¿Realmente no conocían el estado real de la situación? ¿O nos la quisieron mostrar suavizada para conseguir el puesto? Si vamos a tener que apretarnos el cinturón, ¿nos lo vamos a tener que apretar todos? ¿O va a ver quien vaya vestido con una túnica amplia y cómoda?

A mi edad aún hay cosas que consiguen sorprenderme, lo malo es que generalmente suele ser en negativo. Como ciudadana, lo sobrellevo, pero como madre, me colma e indigna. ¿Qué clase de futuro les espera a mis hijos? ¿Van a tener que irse fuera como hicieron sus abuelos? Aún son adolescentes, les quedan muchos años de estudio y de formación, lo cual me produce cierto alivio. Ojalá que cuando les llegue la hora de incorporarse el mundo laboral tengan la oportunidad de desarrollar su potencial en el país que los vio nacer y crecer.

Por eso, si pudiera charlar un rato con cualquier político actual, llámese Pepito o Juanito sólo me gustaría decirle que no olvide nunca cómo ha llegado hasta su puesto. Que no se trata de un regalo. Se trata de una responsabilidad, delegada en él por miles de ciudadanos.


Que “honestidad”, “honor”, “justicia”, “honradez”, “transparencia” y muchas palabras más no sólo están en el Real Diccionario de la Academia de la Lengua Española, sino que se llevan en la conciencia de cada uno de nosotros. Y a ver si la frase “los mismos perros con distinto collar” la desterramos de una vez y para siempre al baúl de los recuerdos.

Mientras, observo como esas preciosas hojitas color naranja van creciendo, y que nuevos brotes van surgiendo con fuerza en el resto de la maceta cual augurio de mejores tiempos futuros. Ningún aroma va a impregnar deliciosamente mis noches pero, a lo mejor, mis días se van a ver alegrados por el bullicioso y alegre color de mi buganvilla.

jueves, 5 de enero de 2012

Oro, incienso y mirra

Cuentan los evangelios que unos magos de Oriente fueron a adorar al Niño y le ofrecieron regalos: oro, como Rey, incienso, como Dios y mirra, como Hombre. Dos mil años más tardes, se sigue repitiendo, año tras año, el mismo gesto con los más pequeños de la casa (y también con los más grandes).

Cada madrugada del 6 de enero, sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente, pasan por nuestras casas y convierten en realidad la ilusión de niños y mayores.

Aunque resulte un tópico decirlo, es una noche mágica, de incertidumbre, sueño inquieto y mariposillas en el estómago, no sólo en los más peques sino que en los más grandecitos también.

Los reyes no nos dejan oro, aunque sea para los reyes de la casa; tampoco nos dejan incienso, aunque sea para la motivación de nuestra lucha diaria; y tampoco nos dejan mirra, aunque sí otras cosas muy humanas y necesarias. Lo que sí dejan en todos y cada uno de los presentes es una dosis ingente de amor: de padres, de hijos, de abuelos…

Esta noche será larga para unos, cortita para otros pero emocionante para todos, sin necesidad de grandes derroches; hoy sólo se permite derrochar cariño, a espuertas llenas; a veces, las cosas más simples son las más valiosas porque salen del corazón.

Los zapatos están bien colocaditos en su sitio, así como un pequeño refrigerio para sus majestades y el agua para esos camellos cargados de sueños. Hoy toca acostarse prontito y soñar, soñar….

Felices Reyes a todos, que todos vuestros deseos se cumplan al despertar mañana por la mañana.

miércoles, 4 de enero de 2012

La memoria agradecida



Hace unos días tuvimos el privilegio de asistir a un evento muy importante: el 50 aniversario de mi cura favorito, Pepe Carretero, como tal. Cincuenta años de vida de servicio que han recogido su fruto.

El día que Pepe se puso en contacto con nosotros para invitarnos nos habló de “algo” que habían organizado las monjitas para la ocasión, a pesar de su reticencia a ser el centro de atención. ¡Menuda sorpresa nos llevamos al llegar a la residencia! Allí había más gente que en la guerra, como dicen los viejos. Yo no sé como acabaría Pepe aquella noche, después de tantas emociones y con los ochenta y dos años que lleva a sus espaldas; nosotros estuvimos un ratito y salimos completamente emocionados. No hubo manera de poder hacernos una foto de grupo, con lo cual, ésta está pendiente a breve plazo.

¿Cuántas personas son lo que son gracias a Pepe? Creo que eso nunca podrá saberse. Pepe es, como dice Elalelito, un hombre bueno, una expresión tan sencilla como inmensa es su dimensión. Si alguna vez me preguntaran si he conocido a alguien realmente bueno, diría sin dudar que a Pepe.

Un amigo común, Antonio Pérez Sanso, dice que tengo una memoria agradecida gracias a Pepe, y es verdad. Todos aquellos años en la parroquia de Las Flores dieron lugar a que yo volviera a reencontrarme con la Iglesia y a sentirme parte de ella, y a trabajar dentro de ella. Mi labor actual en mi parroquia, con los niños, no es sino mi manera de intentar compartir con ellos algo muy valioso que me regalaron a mí siendo niña: el amor por Cristo y por su Iglesia, de la cual todos formamos parte.

Muchos recuerdos vienen a mi memoria de aquellos años, tantos que casi se podría hacer una serie de televisión al estilo de “Verano azul” y que seguramente muchos disfrutaríamos: las partidas de pin pon detrás de la pared del altar, ¡cuántas misas habrán sido amenizadas con el clic clac de las paletas golpeando la pelota; las canciones algo picantes que más de una vez hicieron salir a Rorro del despacho para llamarnos la atención; las fiestas de Nochevieja en la guardería, con las siguientes en los días posteriores para acabar con el sobrante de bebida y comida; los playbacks de Nochebuena dónde se escuchaba más la música de fondo que a nosotras mismas o aquellos sainetes de los hermanos Álvarez Quintero; las excursiones al seminario, de donde volvíamos con urticaria de las orugas de los pinos; las verbenas de San Juan; los campamentos en la casa-escuela de Tolox y el chiste del de la boca abierta; los primeros amores y los que todavía perduran…

Aquellos adolescentes que empezábamos a descubrir el mundo nos vimos arropados por una persona que nos abrió las puertas de su casa, así, tal cual: Pepe solía mandarnos a comprar su cena, consistente en un paquete de pan Bimbo, la mitad del cuarto de jamón cocido y dos yogures blancos; a cambio, nos dejaba las llaves de su piso y allí nos metíamos toda la pandilla, a escuchar vuelta y vuelta a José Luís Perales en el tocadiscos del cura; tantas tardes viendo diapositivas de nuestras excursiones, o jugando al mentiroso en el salón parroquial; o cuando nos llevaba a todos a comer champiñones al ajillo en el Bar Galindo,…

Nos fuimos haciendo mayores con el mejor guía que se podía tener y, un día, con esa actitud de servicio que sólo él tiene, decidió irse a Venezuela. Aquello fue como cortar el cordón umbilical que nos unía a él, y para mí resultó muy duro, pero así tenía que ser, con los años y la experiencia he llegado a comprender esa actitud de entrega y servicio a los demás.

No perdimos el contacto a pesar de que en los 80 todavía no teníamos esta maravilla de la comunicación que ha resultado internet; usábamos el método clásico, o sea, las cartas y a través de ellas supimos de sus andanzas por tierras americanas… hasta que volvió, a Torre del Mar, ¡esta vez lo teníamos más cerquita!

Su siguiente destino fue Melilla, y desde allí solía venir para irnos casando a más de uno del grupo. Después llegaron la parroquia del Santo Ángel y, en la actualidad es capellán de Las Hermanitas de los Pobres, dónde sigue siendo el mismo de siempre: un hombre sencillo y bueno.

El día del homenaje, todos los que hablaron coincidían en lo mismo, es más, hasta las palabras eran las mismas y eso es algo muy a tener en cuenta, tantas personas no pueden estar equivocadas. Cómo decía nuestra dedicatoria, los ángeles existen y, a veces, Dios los manda a la Tierra para que cuiden más cerquita de nosotros; Pepe es uno de esos ángeles y a pesar de que todos andamos ya por los cuarenta y tantos y él siga llamándome “mierdecilla” en plan cariñoso, nosotros siempre seremos sus “niños” de Las Flores.

Dicen que es de bien nacido ser agradecido y, aunque ya se me adelantó Elalelito, no podía yo dejar la ocasión de hacer este sentido homenaje a José Carretero Ruiz, Don José para nuestros padres, Pepe el cura para nosotros, alguien que sólo puede ser calificado como un hombre bueno.

domingo, 1 de enero de 2012

Propósitos y despropósitos

Hoy es el Día Mundial de los propósitos; los hay ya clásicos, como dejar de fumar, apuntarse a un gimnasio y adelgazar, aprobar los suspensos, etc. Los hay más innovadores, e incluso transgresores; en fin, los hay de tantas clases como personas somos.

El caso es que, visto de cierta manera, hoy no es un buen día para empezar a cumplir dichos propósitos. Sentada frente a la ventana, observo a la gente que pasa por la calle y a los padres columpiando a sus hijos en el parque que tengo justo enfrente. Hoy es un día raro, casi perdido, hoy es un día de resaca y no necesariamente por el alcohol; el simple hecho de robarle al sueño dos o tres horillas ya es motivo de que “amanezcamos” con el cuerpo rebotado, y lo digo con comillas porque la inmensa mayoría hemos aprovechado la cama hasta bien entrado el mediodía. Atrás quedaron los tiempos de rematar la noche con chocolate y churros, con los pies embutidos en unos tacones de infarto, hartos de bailar durante horas. Ahora, con el champán de las uvas y dos mojitos ya tenemos la noche hecha.

Hoy es un mal día para empezar a hacer régimen. Nos queda todo lo que nos sobró anoche de la cena, que todos los años decimos lo mismo, que no vamos a cocinar tanto y luego pasa lo que pasa, que volvemos a caer en el mismo error 365 noches más tarde. Pero aún hay más, nos queda el Día de Reyes, con esos roscones divinos, rellenos o no. Sin hablar, que hay que rematar restos de turrones y mantecados. O sea, que lo del régimen vamos a dejarlo para febrero.

Lo de estudiar también puede esperar, que para eso hay vacaciones hasta el día 9.

Me parece a mí que estamos empezando regular, ¿no? Así que, visto lo visto, este año me hago el propósito de no hacer propósitos, que luego no los cumplo y me da más coraje. Conforme vaya viniendo la cosa iré actuando.

Al menos, intentaré centrarme en no perder la coherencia, esa que creo que voy adquiriendo con el paso de los años, y con la que me toca lidiar en esa vorágine en la que parece convertirse la vida hoy en día, aunque a veces me sienta como un bicho raro.

En cuanto a los despropósitos, mejor ni acordarse de ellos. Este año que se ha ido ha sido en sí mismo un despropósito total, incluso con nombre propio: 2011. ¡Menudo año! Pésimo para muchas familias. Si tuviera color, sería el negro. Espero que todo lo vivido nos sirva de lección a todos, ciudadanos de pie y políticos, para que no se vuelva a repetir. Tengo una máxima en la que creo a pies juntillas: “Para atrás, ni para tomar impulso”. Llegados a este momento, creo que es de justicia darle un ligero matiz, y perdonadme la expresión: “y para atrás, para no cargarla otra vez” que creo que nos vendría fenomenal a todos.
Este año va a ser un año muy serio, austero incluso y bastante duro pero creo que iremos a mejor, aunque sea poquito a poco. Pongamos todos un poquito de nuestra parte para que poco a poco, al rostro del 2012 le vaya naciendo una sonrisa y un gesto de alivio. Por nosotros y por las generaciones venideras. Eso espero.