miércoles, 26 de enero de 2011

Los zapatos del alma

Con motivo de mi primer cumpleblog, mi amiga Alicia me regaló esta bonita felicitación, amén de un hermoso comentario que me llegó al alma. Lo que ella no podía imaginar es el maravilloso montón de recuerdos que me vinieron a la mente al ver este lindo dibujo de Sarah Kay.

Tengo guardado como oro en paño, un álbum de cromos adhesivos con dibujos de Sarah Kay que tiene la friolera de ¡veintinueve años! Se dice pronto. Es como una preciada alhaja que me gustaría dejar algún día a una nieta, ya que yo sólo tengo hijos varones.

Realmente no podría cuantificar su valía, en absoluto es material, es más bien espiritual; es, como dice en la contraportada, un “mundo intacto”, el mundo intacto de Sarah Kay. Sus dibujos han dado la vuelta al mundo, desde su Australia natal desde hace décadas y por lo menos a mí, cuando los miro con minuciosidad me siguen transportando a un mundo mágico y apacible, de paisajes bucólicos, llenos de dulzura, de inocencia infantil, de golosinas, de gatitos y perritos que dan ganas de estrechar entre los brazos, y sobre todo, de hermosos sentimientos como la amistad, el cariño al hogar y a las cosas sencillas.

Contaba yo con quince años de edad (¡quién los tuviera de nuevo!) cuando conseguí completar este álbum. Cursaba 2º de BUP y lo mismo cambiaba los cromos repetidos que leía novelas de Bianca o Jazmín. Otra actividad, compartida con el resto de mis compañeras, era jugar y hacer trastadas y bromas al resto. Cierta tarde, en el cambio de clase, mientras se iba un profesor y llegaba el siguiente se nos ocurrió algo “genial”: quitarles un zapato a las demás y arrojarlo por los ventanales al patio central. Mi instituto era y es una antigua casa-palacio del siglo XVIII y mi aula estaba en la segunda planta. Durante un rato, estuvimos bastante entretenidas y muertas de risa, hasta que el Jefe de Estudios, a la par profesor de Sociales paró la broma, haciendo requisar el último par de zapatos al conserje. Casualidades de la vida, el par era mío y para más inri, nos tocaba dar clase con él. Así que heme yo aquí, sentada en mi mesa, descalza de los dos pies y encomendándome a todos los santos para poder regresar a mi casa calzada como era debido. Antonio González, que así se llamaba el profe, entró en la clase con cara de pocos amigos y no mencionó nada al respecto. Nosotras, calladas como mudas. Al cuarto de hora más o menos, Antonio dijo: “Espero que los zapatos que hay en conserjería no sean de esta clase” ¡Madre mía! Ahí se me cayó el cielo encima y empecé a llorar como una descosida. Al pobre hombre le dio pena y no le quedó más remedio que devolverme los zapatos, seguramente pensando que la llantina que me entró era el mejor castigo que podía recibir.

Unos meses más tarde, ya en primavera, estábamos dando clase con él de nuevo. El calorcillo primaveral y el tema de aquel día, que tenía que ser un poquito tedioso hicieron que me entrara esa morriña tan peculiar que hizo escapar un sonoro bostezo que no pude resistir. Todas giraron la cabeza hacia mí, incluido el profesor, que dijo con sorna: “¡Ay, Guadalupe, Guadalupe, que un día vas a perder los zapatos del alma!” Yo me puse roja como la grana y le resto de mis compañeras y el profe, muertos de la risa. ¡Qué tiempos! ¡Mira que era guasona! Como esta batallita, muchísimas otras y hoy, este lindo dibujo que Alicia me regaló me hizo recordarla.

Otro día contaré otra.

miércoles, 19 de enero de 2011

Las mañanitas

Estoy de celebración; este humilde blog cumple su primer añito de vida. El caso es que no me di cuenta hasta ayer mismo, mientras revisaba su diseño. ¡Lo rápido que pasa el tiempo! Parece que fue ayer mismo cuando, gracias a la inestimable ayuda de Iris, se hizo realidad una ilusión guardada. Aunque nuestros estilos son distintos, ella me ayudó a dar mis primeros pasos en el ciberespacio, algo tan virtual y al mismo tiempo tan tangible. Gracias, Iris, por ese empujoncito, te deseo todo lo mejor, porque te lo mereces y porque te lo estás currando. Llegarás muy lejos, lo sé.

Echando la vista doce meses atrás, este lindo rincón es como un bebé de un añito, que aún comienza a andar con pasitos vacilantes, pero con muchas ganas de abrirse al mundo. Mantengo la misma ilusión que al principio, aunque últimamente la musa se encuentre aletargada. De repente, una frase, un gesto, un recuerdo… y salta la chispa. Es como una concatenación de ideas, unas detrás de otras, a veces ordenadas, otras muchas a tropel, y generalmente escritas en cualquier parte: en la agenda, en el ticket del super, en un clínex… porque éstas te asaltan en cualquier sitio: en el autobús, en la puerta del colegio, en el médico… Luego llega la hora de sentarse ante el teclado y ordenar todo ese galimatías que sale de los bolsillos, y de repente, se escucha el sonido frenético de un teclado que posiblemente algún día echará humo.

Si repaso todo lo escrito hasta la fecha no borraría nada, lo que se ve es lo que es, y sólo podría definirlo con una palabra: transparencia, tal vez demasiada, pero esa es mi esencia. La misma que tampoco es conflictiva, aunque debiera de serlo, o por lo menos, permitirse ser y mojarse un poco más en determinados asuntos, a fin de cuentas, vivimos en un mundo en el que no se miden las palabras antes de decirlas y no nos importa el daño que podemos ocasionar al hacerlo. Pero ese no es mi estilo.

Diez palos tiene esta baraja, a propósito de muchas cuestiones que me planteo y haciendo repaso de ellos me sorprenden dos cosas: la primera, lo presente que se hace Dios en mi vida cada día, y la segunda, algo que me dijo un amigo una vez, que poseo una “memoria agradecida”. No podría decir cuál de las dos es la primordial, tal vez una sea consecuencia de la otra, o viceversa. El caso es que, aunque a veces pienso que los años han hecho mella en mi carácter, me sorprendo al contemplar que el espíritu sigue manteniéndose como en aquellos maravillosos años, lo cual es bueno, porque el hecho se manifiesta como un juego de prismas, que van proyectando de unos a otros la misma imagen sin que ésta se desvirtúe.

Y otra cosa muy importante, que va cogida de la mano de esta transparencia, que ya nombré en mi primer post y que se ha repetido a lo largo de los posts sucesivos: COMPARTIR. Por eso quiero darle mi más sentido agradecimiento a esos veintidós seguidores que me acompañan, especialmente a Alicia, cuyas perlas consiguen recolocar mis pies en la tierra más de una vez, y a todos los que alguna vez han pasado por aquí y han gastado un poco de su tiempo en leerme. Me gustaría con todos ellos cantarle “las mañanitas” a este bonito rincón y compartir este trocito de pastel virtual que cojo prestado de internet.

A todos, muchísimas gracias.
Fuente imagen: Google

miércoles, 5 de enero de 2011

¡Qué han venido los Reyes!


Hace aproximadamente dos mil once años, una noche milagrosa, unos magos de Oriente, guiados por una estrella y sabedores de las profecías, fueron a adorar y llevar presentes a Cristo recién nacido. ¿Ha ocurrido alguna vez un misterio más grande? Dios regala a la humanidad a su Hijo, y ésta, representada en estos sabios hombres, se postra para adorarle.

Hoy en día, en los albores del siglo XXI, seguimos reviviendo este mismo gesto: el amor, en todas sus vertientes, se manifiesta a través de unos presentes, y aunque éstos son materiales, cada uno de ellos posee una dosis enorme de amor y de interés por complacer al agasajado.

Esta tarde es tarde de mariposas en el estómago, de pupilas infantiles brillantes de emoción, de incertidumbre placentera, de insomnio nervioso. La noche se hará muy larga, o muy corta y dará paso a una mañana de despertares sin protesta, de carreras por el pasillo, con una única frase resonando en todas las casas: “¡Qué han venido los Reyes!”

Mi recuerdo más lejano de la mañana de Reyes es la imagen de una muñequita negra vestida de hawaiana, colocada sobre la coqueta de mi madre, debía yo de tener unos dos años y medio. También se hallan en mi memoria aquel teléfono de aire retro que me contestaba a lo que le preguntaba, o aquel capazo de tonos anaranjados con una mantita de lana que mi abuela tejió a escondidas, para que mi muñeca no se resfriara, o el biberón mágico. ¡Qué niña de los años 70 no ha tenido un biberón mágico, o más de uno! Su longevidad era indirectamente proporcional a la curiosidad infantil por descubrir el por qué se llenaba de nuevo cuando el muñeco se lo bebía enterito. Los cacharritos de cocina de aluminio, que me parece haber visto de nuevo en Ikea, o aquella caja registradora, con diez años, que tenía hasta monedas de mentira para el cambio.

Con los años, el rol de niña dio paso al de madre, pero las cosquillas en la barriga no desaparecieron; los ojos que ahora brillaban expectantes e ilusionados no eran los míos, pero yo los apreciaba más. Montones de anécdotas, porque a mis hijos, los Reyes Magos siempre les dejan una carta de respuesta, o esa pequeña ayudita a sus Majestades, para montar el barco pirata, sentada estilo buda, con ocho meses de embarazo, durante un buen rato, que hizo que mis piernas se durmieran y no hubiera manera de levantarse del suelo.

Ahora, aunque el tiempo ha pasado, y el misterio ya se ha desvelado, la verdad sea dicha, hace muy poquito, este mismo verano, la ilusión sigue existiendo. Puedo sentir los nervios de mis hijos. Así que esta tarde bajaremos a saludar a sus Reales Majestades, nos traeremos para desayunar el Roscón de Reyes, y cuando vayamos a acostarnos, pondremos en la terraza nuestros zapatos, limpias las suelas de los caramelos de la cabalgata, tres vasos de agua para esos camellos que vendrán sedientos y nueces y mantecados para que a Melchor, Gaspar y Baltasar se les haga la noche más llevadera.

Y así, por la mañana, volveremos a oír “¡Qué han venido los Reyes!” Y con suerte, si no nos hemos portado mal los mayores, también habrán dejado algo para nosotros.

domingo, 2 de enero de 2011

Andaluces

Viendo hace unos minutos mi correo, llegó éste de la mano de una amiga, que sin ser andaluza de nacimiento, lo es de corazón y adopción. Lo que son las cosas, anoche mismo veía en televisión un programa sobre Blas Infante, en el que se hablaba sobre nuestro himno y el significado tan especial de su letra: "sea por Andalucía libre, España y la Humanidad". Ese es el verdadero carácter andaluz: somos Andalucía, somos España y somos el Mundo. Por eso quiero aportar mi granito de arena, harta de que se mezclen churras con merinas, harta de que no se documenten los de fuera cuando hablan de nosotros, mostrando una caricatura grotesca y titiritera de lo que realmente somos, desde este humilde sitio difundo este manifiesto, para que todo aquel que lo lea, sepa realmente cómo somos los andaluces.
"Estoy harto. Tan harto que ya no sé si decirlo, escribirlo, gritarlo, o ponerlo con hache intercalada. Harto de que a los andaluces se nos etiquete de vagos, sin criterio, apesebrados, subsidiados o incultos. Harto de que se nos asocie únicamente con el flamenco, la juerga, los toros y el vino. Harto de Loperas y musho-beti, de cuentachistes, de famosillos de tercera división, de Malayas y Faletes.
Harto de ver en las series de televisión los papeles de criada analfabeta o tontito con acento andaluz (¿y ningún presentador de informativo con nuestro acento?). Harto de ver programas de zapping con el patético programa de Juan y Medio mofándose de nuestros ancianos en busca de pareja, dando la imagen de personajes grotescos. Harto de nuestra imagen de sociedad subsidiada, cateta y sin criterio. Cansado de que se menosprecie nuestro acento. Harto de ver andaluces que únicamente triunfan en el programa de Patricia, Gran Hermano y similares. Harto de Jesulín, de Pozi, de Pantojas y Romerías del Rocío. Harto del risitas y el peíto.

Harto de la duquesa de Alba (a la que hicieron hija predilecta de esta tierra, tócate los pirindolos) de su hija, de sus hijos, de su yerno y sus trajes de flamenca. Harto de toreros que se lían con fulanas, del botijo y la pandereta. Harto, cansado, hastiado, aburrido me tienen.
Ojalá alguna vez los medios se acuerden de los millones de andaluces que se levantan cada mañana para levantar esto, o de nuestros padres y abuelos que emigraron hace décadas a Suiza, Cataluña y País Vasco para trabajar donde nadie quería.
Ojalá quien habla de nuestra incultura se acuerde de Séneca, Maimónides, Averroes, Góngora, Bécquer, Alexandre, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Machado, Falla, Zambrano, Picasso, Velázquez, Murillo, Alberti, Carlos Cano, Gala, Luis Rojas Marcos, García Montero, Sabina…
Ojalá se acuerden de que hablamos con acento andaluz abogados, marineros, médicos, albañiles, arquitectos, camareros, taxistas, prostitutas, jueces, enfermeras, empresarios, policías, obreros, agricultores, se acuerden de millones de personas que se parten los cuernos cada día desde Palos hasta el Cabo de Gata, millones de andaluces que siguen haciendo Andalucía más allá de Despeñaperros…
Ojalá este post lo leyera mucha, mucha gente. Ojalá diera la vuelta al mundo, aunque me temo que se quedará perdido en el inmenso océano de internet. También podría suceder que este post se expandiera por la red, que los andaluces lo enlazaran a través de facebook, tuenti o twitter, que se difundiera por email y llegara todos los rincones del mundo, eso ya lo dejo en tus manos."